
Por Ramón Rocha Monroy - Columnista - 23/07/2013
Las
parcelas son en realidad telares. La roturación de la tierra debe ser perfecta
y armoniosa para que los duendes que habitan la tierra no huyan de ella y
permitan el crecimiento de las plantas y los tubérculos. Los bordes de la
parcela deben ser perfectos, así como los límites de la roturación. De este
modo, los duendes saltan en el telar y se quedan en él, del mismo modo que los
duendes saltan en la parcela y se quedan en ella como nutrientes.

El libro cuenta que hace muchos años se degollaba
al enemigo o se le arrancaba el cuero cabelludo para dárselos a las mujeres
tejedoras. Éstas disponían los mechones en forma vertical y el huso con hilos
de colores les servía como sístole y diástole o respiración, lo cual les
permitía encerrar en un tejido (generalmente una faja para un recién nacido) los
atributos de coraje, valentía, valor u otros, del enemigo, que habían quedado
en su cabellera. Y para rematar, cuidaban mucho de que los bordes del nuevo
textil fueran armónicos y que el tejido se rematara de forma impecable. Así se
trataba de un tejido lleno de vida y atributos que influirían en el recién
nacido.
Las parcelas son en realidad telares. La roturación
de la tierra debe ser perfecta y armoniosa para que los duendes que habitan la
tierra no huyan de ella y permitan el crecimiento de las plantas y los
tubérculos. Los bordes de la parcela deben ser perfectos, así como los límites
de la roturación. De este modo, los duendes saltan en el telar y se quedan en
él, del mismo modo que los duendes saltan en la parcela y se quedan en ella
como nutrientes.
Las plazas de pueblo son también telares y las
danzas comunitarias son como el pase del huso para transmitir vida al tejido.
Hay una ceremonia que se produce cuando a los niños comienzan a soldarse los
huesitos, entre los cinco y seis años, que no por casualidad son el inicio de
la vida escolar. Los niños se sientan en una esquina y luego darán tres vueltas
la plaza. Los ancianos de la comunidad están atentos: si alguien completa las
tres vueltas, su vida será larga; si tiene algún tropiezo, los ancianos calculan
en qué ciclo les ocurrirá eso, si en la niñez y juventud, en la madurez o en la
vejez, según la vuelta. Si alguien se sale del circuito y se va por otra calle,
probablemente emigre de su comunidad y si detiene su carrera para ayudar al
caído, ése será buen dirigente.
He propuesto cumplir esa ceremonia en los
cumpleaños de esta sociedad urbana y a ratos cojuda, y las mamás tienen miedo
de ver esos pronósticos.
El libro es, por supuesto, mucho más rico que esta
descripción y espero que le sea útil a mi amiga Verónica. ¡Que viva Salta y sus
poetas! ¡Bienvenidos a Cochabamba!
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